Las personas infectadas por este virus mostraron una pequeña reducción de su capacidad cognitiva en pruebas de procesamiento visual y velocidad motora, así como en tareas diseñadas para medir la capacidad de atención.
A partir de ahí, los investigadores decidieron ampliar su estudio inyectando el virus en el estómago de ratones de entre 9 y 11 semanas de edad, produciéndose un resultado similar. Los roedores mostraron una reducción de su capacidad cognitiva en diversos campos, incluyendo la memoria de reconocimiento y el filtro sensorial.
La exposición al ATCV-1 también alteró la expresión de algunos genes en el hipocampo relacionados con la plasticidad sináptica, el aprendizaje, la formación de la memoria y la respuesta inmune frente a los virus.
El virólogo Robert Yolken, autor principal del estudio, ha declarado a The Independent que este es “un ejemplo notable de cómo los microorganismos supuestamente inocuos que llevamos en el cuerpo pueden afectar a nuestro comportamiento y nuestra capacidad cognitiva.
Muchas diferencias psicológicas entre una persona A y otra B están codificadas en los gentes que heredan de sus padres, pero algunas de esas diferencias son alimentadas por los microorganismos que albergamos en nuestro cuerpo y la forma en que interactúan con nuestros genes.”
Fuente: libertaddigital.com
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