Año cero (2030 según el calendario
romano). Sólo un 20% de la población ha logrado sobrevivir al colapso
medioambiental. Sin agua, sin electricidad, sin aire limpio para
respirar y con una gran parte de la corteza continental hundida bajo el agua.
Así describe el paisaje terrenal de dentro de 16 años uno de los
científicos británicos más reputados, que ha alcanzado el reconocimiento
de sus colegas a base de anticipar, con exactitud matemática, el futuro
de la humanidad. Se trata del nonagenario James Lovelock,
el autor de la refrendada hipótesis de Gaia (que concibe al planeta
como un superorganismo) e inventor del revolucionario detector de
captura de electrones.
Las tesis de Lovelock, publicadas hace varios años, han vuelto a saltar a la opinión pública y
se han hecho virales en la red. Tanto, que varias entrevistas en las
que realizaba este tipo de afirmaciones catastrofistas, hace cuatro,
cinco y hasta seis años se han vuelto a colar entre las más leídas del
día de varios diarios británicos.
Bien es cierto que las teorías apocalípticas sobre el fin del mundo
ganan cada vez más adeptos, pero el repentino clima extremo y los
desastres naturales que durante estas semanas se viven en la isla,
con lluvias torrenciales e inundaciones, han hecho que todas las miradas
se dirigiesen al hombre que lo advirtió con varios años de antelación.
Lovelock dijo que dentro de diez años Londres estaría bajo el nivel del
mar, y visto lo que está pasando, los británicos se preguntan seriamente si no estaría tan desencaminado como
parecía en su momento. El fantasma del cambio climático comienza a
causar verdadero cambio entre la población británica, convirtiendo a los
teóricos más apocalípticos en sus gurús.
Un nuevo mundo
Los trabajos sobre ambientalismo y cambio climático son los que más
prestigio le han otorgado a Lovelock. Gracias a ellos, en 1965 ya logró
anticipar con todo lujo de detalles la situación climática del planeta
del año 2000, y sus consecuencias en lo concerniente al uso de
combustibles fósiles, en un informe que le encargó la petrolera Shell. Ahora afirma que ya no hay vuelta atrás.
En el año 2020 el clima será extremo (antártico y desértico),
causando grandes devastaciones globales, explica el ambientalista. Sin
embargo, la venganza de Gaia no se quedará ahí. Dos décadas después, Europa será un gran desierto dominado
por el clima subsahariano. O lo que quede del continente, pues algunos
países, como el Reino Unido o Irlanda, habrán desaparecido, absorbidos
por el aumento del nivel del mar.
La tierra se agota es el último libro del británico, publicado en España por Planeta. Como en el caso de La venganza de la tierra, más que una advertencia y una llamada de atención, se trata de la constatación de un fenómeno irreversible provocado
por la acción del hombre. Los últimos informes del Intergovernmental
Panel on Climate Change (IPCC) tienen un lenguaje menos catastrofista
que el de Lovelock, aunque sus resultados no están tan alejados. Hace
algunos años estaban a años luz, pero cada vez se acercan más sus
conclusiones.
No hay nada que hacer.
La creciente percepción entre la opinión pública de que el cambio climático es una realidad con apocalípticas consecuencias a corto plazo está
sembrando el planeta de numerosas iniciativas ecologistas. El aumento
en el volumen de negocio de los alimentos ecológicos es una de ellas, al
igual que la disminución del uso de bolsas de plástico por parte de las
grandes superficies.
Los últimos acontecimientos climáticos en Europa han sido un punto de
inflexión (aunque la sequía cada vez más extrema lleve años afectando
al continente africano) y, al menos los británicos, parecen inclinarse
por la idea de Lovelock de que “es demasiado tarde para evitar la catástrofe”. De otra forma no podría entenderse la viralidad que generó el “enjoy life while you can” (disfruta de la vida mientras puedas) en las redes sociales.
Para el científico británico “ya no tenemos tiempo. Todas las
políticas verdes, como el denominado desarrollo sostenible, son sólo
palabras que en realidad no tendrán ningún efecto real en el planeta”,
apuntaba ya hace cinco años. Todas y cada una de las medidas adoptadas
para frenar el cambio climático, dice, “no sirven para reducir la huella
de carbono”. Son poco más que mecanismos para limpiar la conciencia.
Así pues, afirma que el reciclaje “es una pérdida de tiempo y de energía”,
que la reforestación para compensar las emisiones de carbono “empeora
aún más las cosas” o que tomar decisiones de consumo ecológicas son sólo
“gestos ostentosos”. Su crítica más benevolente sobre la economía
verde: “es como recolocar las tumbonas del Titanic mientras se hunde el
barco”.
El 80% de la población mundial desaparecerá.
De entre todas las medidas encaminadas a frenar el cambio
climático, afirma el científico, la más falsa y vacía de todas, es la
energía renovable. “Nunca vamos a obtener del viento o del sol la
energía suficiente para cubrir el consumo energético de una sociedad
como la nuestra. Podemos cubrir todo el país con millones de esas cosas
(molinos de viento o placas solares), pero será una pérdida de tiempo”.
Irremediablemente, en pocos años el calentamiento global hará que
una parte del planeta esté bajo el nivel del mar, mientras que en el
resto habrá temperaturas extremas que lo harán inhabitable. ¿La única posibilidad de supervivencia? “La tecnología”.
Para Lovelock, el problema de la energía sólo se puede resolver mediante las centrales nucleares. Asimismo, aboga por los transgénicos y la comida sintética para solucionar la escasez de alimentos.
Aun así, y contando con que “se irán inventando más tecnologías
necesarias para la supervivencia”, el 80% de la población mundial
morirá.
Para redondear su catastrofismo, el científico explica que “desde que
se creó la vida en la Tierra sólo ha habido siete desastres de la
magnitud de este último”. La mayor parte de los humanos desaparecerán,
afirma, pero “los que queden cambiarán y entenderán cómo hay que vivir
realmente en Gaia”. Mientras tanto: “disfruta de la vida”.
Fuente: elconfidencial.com
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